La Biblia nos asegura que Dios nunca castiga a su pueblo por los pecados que han cometido. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Pero hay una conexión directa entre el pecado y la muerte. La enfermedad y la muerte son recordatorios permanentes de que vivimos en un mundo pecador, que la perfección del Edén ha desaparecido y que necesitamos al Salvador personal del pecado. Elías respondió a la ira de la mujer con delicadeza. Le pregunto a Dios si después
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